El té en Marruecos
El té en Marruecos adquiere una dimensión mucho más importante que lo que es para cualquier otro país africano.
Este país musulmán sabe disfrutar del buen té, y mucha de esta culpa la tienen los ingleses ¿por qué? Cuenta la leyenda que fue la Reina Victoria de Inglaterra quien quiso ayudar a los vendedores de vajilla británicos a colocar sus productos dentro de las clases altas marroquíes del siglo XIX, fomentó la costumbre del té.
Si bien la historia real debe ser mucho menos regia, y que simplemente los que tuvieron éxito fueron los comerciantes británicos que buscando ampliar el mercado introdujeron el té en Magreb. Aunque pocos habrían imaginado entonces el arraigo que la hierba india acabaría teniendo en los países árabes, de hecho a día de hoy Marruecos es uno de los principales importadores de té del mundo.
El más consumido es el té verde, quizás porque el más económico pero también el más indicado para mitigar el calor de las altas temperaturas casi permanentes. Los marroquís lo mejoraron considerablemente al añadir una buena cantidad de menta fresca, y mucho azúcar moreno, ya que les gustán mucho todo lo dulce, y muy dulce.
Y si bien lo beben a todas horas, sin importar el momento del día, a diferencia de la fijación británica con su ”hora del té”, cuando realmente cobra mayor relevancia es cuando se reciben invitados. En Marruecos el té se considera una bebida social, que muestra cortesía y hospitalidad, es un agasajo a los huéspedes, por ello no es educado rechazar una invitación a un té. Es costumbre además que el té sea elaborado y servido por hombres, exactamente por el cabeza de familia. Y la forma de servirlo tiene todo un ritual.
El té no se remueve con una cuchara, y para diluir el azúcar lo que hacen es escanciar el té en un vaso, desde cierta altura, de modo que forma una ligera espuma, luego vuelven a verterlo en la tetera, y así varias veces hasta que consideran que está bien mezclado. Al parecer es un forma de que el té se oxigene, potenciando su sabor. El sabor y el aspecto del té van cambiando según se va sirviendo. Los primeros vasos son más amargos y en los últimos se aprecia más el azúcar que ha quedado en el fondo de la tetera.
La tradición dice que el té debe servirse tres veces: el primer vaso es “amargo como la vida”; el segundo, “fuerte como el amor” y el último “dulce como la muerte”.
¿No te gustaria venir con nosotros a Marruecos para saborear un té con menta mientras divisas una puesta de sol sentada en una dorada duna ?